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7. ¿Qué nos depara el futuro?

2019

Socialmente vivimos en un momento de transformación paradigmática. Un mundo en el que la separación de las categorías estancas se diluye y con un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo.

El modelo tecnológico impone una lógica democrática, colaborativa, intangible, pragmática y descentralizadora. Aboga por el uso frente a la propiedad y por la transparencia, lo excéntrico y lo multidisciplinar frente a formas de funcionamiento ensimismadas en sus contenidos. Además, el sector IT crece intensamente y en el resto de los sectores, la digitalización es cada vez mayor.

En el mundo jurídico, el entorno competitivo se ha vuelto más complejo y se ha sofisticado al mismo tiempo, haciéndose más exigente, potenciado por la aparición de nuevos competidores con nuevos modelos de negocio basados en la tecnología y en la comprensión del lenguaje del cliente, así como por el empuje de las asesorías internas de las grandes empresas que han aumentado considerablemente su saber y sus demandas, y por último, por un cliente, motor de la innovación, cada vez más infiel y selectivo, que busca una experiencia de valor.

Ante este escenario, la orientación proactiva al cliente, la alta eficiencia, la necesidad de diferenciación a través del posicionamiento y la oferta de servicios integrales, jurídicos y no jurídicos, de alta calidad y con valor añadido basados en el conocimiento profundo del sector del cliente y de su estrategia, junto a la focalización en los resultados se convierten en nuevos axiomas para la generación de negocio.

Para responder a estas claves, la innovación surge, no como una actividad puntual y aislada, sino como una actitud y un hacer constante que involucre a todas las áreas del negocio. Es esencial para aumentar la capacidad de adaptarse a entornos complejos y cambiantes y no ya sólo para asegurar el desarrollo del negocio, sino para la propia supervivencia. Una innovación que no deber ser sólo tecnológica. Se trata de capacidades y nuevas ideas más que de grandes infraestructuras y tradiciones. Ya no hay enemigo pequeño porque la innovación esencialmente no discrimina por tamaños, no distingue entre grandes, pequeños despachos o gestorías.

Otro gran fenómeno como respuesta al cambio se localiza en el auge del modelo colaborativo con clientes, con socios y con trabajadores internos en la búsqueda de un modelo sinérgico win-win-win. La propia tecnología impulsa estructuras no presenciales, potenciadoras de la colaboración multidisciplinar integrada.

Por su parte, el rol del abogado está evolucionando hacia un verdadero socio estratégico con una alta implicación en la dimensión estratégica del cliente y cuya labor central es la gestión del multi-riesgo, y donde las tecnologías del conocimiento y el valor de lo predictivo se vuelven cada vez más importantes. Ya no se trata sólo de información sino de conocimiento aplicado para aumentar la seguridad en la toma de decisiones del cliente (por lo que la ciberseguridad es básica).

Este nuevo contexto de cambio de demandas y roles implica la necesidad de nuevos perfiles profesionales y nuevas demandas de formación. Así los RRHH pasan a jugar un papel fundamental en el desarrollo del negocio. Se requieren abogados que dominen varios lenguajes, no sólo el legal sino también el tecnológico y el empresarial o de marketing y con gran capacidad de comunicación y de trabajo en equipo. Un abogado cada vez más poliédrico capaz de operar simultáneamente sus múltiples facetas de una forma ética, creativa, flexible y emocionalmente inteligente. Softs skills cada vez más valoradas, el valor técnico ya no es suficiente.

1. Oportunidades y retos

Son numerosas las oportunidades y los retos a los que se enfrenta el sector legal, pero si hubiese que destacar un primer concepto, en el que ponen un gran énfasis los participantes del estudio, es el de la “gran oportunidad de repensarse/reinventarse”. Para adaptarse al cambio, es imprescindible el binomio motivación-capacitación. Se señala el ego, el miedo a lo nuevo y el no querer salir de la zona de confort como las fuerzas resistenciales y principales barreras a superar.

Existe una idea que planea constantemente: o cambiamos o nos cambian. Pero hay un reto aún mayor, que el de simplemente cambiar, se trata de ser protagonista del cambio, el adoptar un rol de liderazgo en el cambio y en la comunicación de la información jurídica (vs. la infoxicación).

Frente a lo que se define como un “tsunami tecnológico” y el crecimiento de starts ups y new players, los profesionales del sector legal tienen la oportunidad y la necesidad de ponerse en valor. Por un lado, aprovechando los beneficios que ofrece la tecnología en la comunicación, la gestión y el conocimiento y la liberación de las tareas rutinarias para hacer foco en la creación del valor añadido. Por otro, reforzando su expertise en los procesos legales y en el saber que debe estar en la base del algoritmo.

Y por último, activando los aspectos propiamente humanos donde la tecnología no llega (creatividad, ética, inteligencia emocional, empatía).

No se trata sólo de actualizarse tecnológicamente para no quedarse obsoleto sino de desarrollar las competencias suficientes para guiar y asesorar a las empresas en esa transformación digital (especialmente a las pymes) y para ofrecer a los clientes servicios que de otra forma serían impensables. Por ello, hay que atender no sólo a lo ya desarrollado sino a las tendencias incipientes o futuras (Inteligencia Artificial aplicada a lo predictivo, la revolución del blockchain en los smart contracts, los chatbots en la interacción persona-máquina, etc.), y lograr una adecuada armonización entre la Administración y el sector privado en relación a los criterios del algoritmo.

Otra de las afirmaciones más enfatizadas en el estudio ha sido la de que el gran reto es la diferenciación: ofrecer lo que otros no ofrecen y que sea pertinente. La diferenciación recorre todos los ámbitos: posicionamiento, oferta, comunicación, atención personalizada, gestión del proyecto, etc. Por ello se habla de un concepto integral del marketing. La “comoditización” y la estandarización son aquí los mayores peligros a evitar.

La internacionalización aparece como unas de esas grandes oportunidad no suficientemente explotada (salvo por las entidades con posicionamiento multinacional) y como un reto a abordar (superar el localismo). En un mundo global y altamente tecnológico lo exclusivamente local pierde sentido. Se prevé la llegada de firmas internacionales, las grandes consultoras se posicionan sólidamente, el cliente internacionaliza sus negocios... Tal y como se afirma “la nueva abogacía tiene que viajar”.

La complejidad del nuevo escenario implica además el reto de trabajar en equipo, codo con codo con otros especialistas (economistas, programadores ) bien incorporados en el equipo interno, o con socios externos, lo que junto al reto de la gestión del talento y la estimulación del emprendimiento interno, suponen las principales claves de unos departamentos de RRHH que aportan valor interno y al cliente (selección de perfiles). En su más intensa expresión implica pasar del despacho de abogados al equipo de profesionales multidisciplinares.

La innovación, tanto la tecnológica como la de marketing, que implica estos nuevos retos sólo adquiere solvencia cuando lo que cambia es la cultura de la empresa, para lo que es imprescindible que la información y la transferencia de conocimiento fluyan internamente. Implicar a todos en el cambio para generar sinergias que aceleren el proceso es un gran desafío cuando se unen diferentes background, generaciones y mentalidades.

El universo del sector legal se ha convertido en un multiverso (multi-riesgo, multi-funcionalidad tecnológica, multi-rol del abogado, outputs multimedia, multidisciplinariedad ). Si hay aferramiento a una identidad única, la amenaza es la de la fragmentación. Si no la hay y la identidad se dinamiza, la oportunidad es la de expansión. En este tránsito identitario, posiblemente la capacidad de ponerle nombre a lo nuevo tendrá un valor especial y creador al mismo tiempo.

2. Reflexión final

En definitiva, el cambio de la transformación digital obliga, no ya a usar más la tecnología sino en pensar más tecnológicamente, en términos de colaboración, de multifuncionalidad y de redes. Lo que define el valor de los elementos es la relación y no al revés, lo importante es la alquimia de profesionales, no tanto los componentes sino los procesos de relación interactiva entre ellos.

 

Han colaborado en este estudio

Raúl Rubio

Socio responsable del área de Derecho de la Tecnología en Baker & McKenzie

Conversaciones con nuestros visionarios
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Eugenia Navarro

CEO de Tama Projects y profesora de Estrategia y Marketing de ESADE Law School

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Joaquín Latorre

Socio responsable de PWC Tax & Legal Services

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Raúl Rubio

Socio responsable del área de Derecho de la Tecnología en Baker & McKenzie

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Charley Moore

Fundador y CEO de Rocket Lawyer

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Daniel W. Linna

Cofundador del Chicago Legal Innovation & Technology Group

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Jordan Furlong

Director de Law21

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